Desde que Domingo Zubiaurre se lanzase a la aventura empresarial, como fabricante de cepillos metálicos para la industria, han pasado 100 años. Sus continuadores en la compañía, la tercera generación, con Eduardo Zubiaurre al frente, se han propuesto conmemorar la efeméride con el despliegue de un plan de inversiones que dotará al proyecto de mayor fuerza manufacturera y comercial. Como detalla su gerente, “el proyecto innovador de JAZ-Zubiaurre está muy centrado en aprovechar las oportunidades que presenta el mercado y en acentuar nuestro papel para los clientes como especialistas en soluciones de tratamiento mecánico de superficies”.
Para afirmar estos objetivos, la compañía ha decidido potenciar “la capacidad manufacturera de la fábrica de Eibar y de nuestro almacén logístico y de stock en los Estados Unidos, mercado en el que vendemos más del 50 por ciento de nuestros cepillos metálicos”.
El programa de inversiones, que superará los tres millones de euros, afianzará “nuestra capacidad de servicio -remarca Eduardo Zubiaurre-. Por un lado, la fabricación en la planta de Azitain se incrementará en más de un 30 por ciento, principalmente en líneas para la elaboración de productos con una gran acogida por parte del mercado norteamericano. De otro, ampliaremos de 2.000 a 3.500 m2 la nave logística de nuestra filial JAZ USA en New Bedford (Massachusetts)”.
El redimensionamiento de los centros industrial y logístico obedece a una estrategia enlazada: “El nuevo lay-out y la mayor capacidad de producción con líneas automatizadas de conformado de alambre y montaje, que entrarán en servicio en el cuarto trimestre de este año, son necesarias para reducir las tensiones actuales de taller y para contar con margen de maniobra de cara al crecimiento previsto para los próximos años”. La potenciación de la fabricación en Eibar, asimismo, servirá para “ampliar nuestro inventario y stock en Estados Unidos, donde somos capaces de entregar en 24/48 horas a nuestros clientes, el mismo plazo que en España”.
EE.UU., primer mercado
La importancia de consolidar la oferta en el mercado estadounidense se debe, como destaca Eduardo Zubiaurre, a que “ha sido nuestro primer mercado de venta en los cinco últimos años, suponiendo ya más del 50 por ciento de los ingresos. Además, es un país que demanda calidad y en el que nuestro modelo de atención local nos ofrece posibilidades de seguir ganado cuota de mercado dada su dimensión y potencial, así como mantener la diferenciación respecto a la competencia”.
La culminación de la ampliación de la base logística -actualmente abordan la fase administrativa de permisos- se completará para el primer trimestre de 2025. De forma paralela, el mayor espacio disponible beneficiará directamente a la cooperativa guipuzcoana Goizper: “Desde hace años les prestamos desde New Bedford servicio logístico y administrativo para sus productos de pulverizadores, que también registran un gran avance en el país”.
Un siglo caminando sobre el alambre
Las empresas, nadie lo puede negar, siempre caminan sobre el alambre; incluso, en sus mejores momentos puede surgir un imprevisto que las lleve a la red. Por ese motivo, que JAZ-Zubiaurre celebre un siglo de actividad industrial ininterrumpida es, en sí mismo, un homenaje al trabajo hecho por todos sus impulsores y equipos, más si se tiene en cuenta que, en este caso, la compañía siempre ha caminado de verdad sobre el alambre, su materia prima. Resumir 100 años en unas líneas es más sencillo que peinar, rizar y crear cepillos de púas perfectas, capaces de bailar a más de 10.000 rpm, con un equilibrio perfecto, sobre las superficies metálicas. JAZ-Zubiaurre lo ha conseguido, y además con un catálogo que atesora 3.000 referencias para la preparación de las pistas metálicas para el claqué manufacturero.
Todo empezó en Eibar, en 1924, de las manos de Domingo Zubiaurre, miembro de una dinastía de pulidores de armas. Decidió fabricar cepillos metálicos para la industria, un negocio que se inició 50 años antes en Alemania. De forma artesanal, y con toda la producción vendida para la ferretera local Unceta, domesticó el alambre. La Guerra, sin embargo, destruyó su taller y marcó su expediente. Se sobrepuso y, otra vez desde cero, reedificó el proyecto. La economía española necesitaba sofisticarse.
A finales de los 50, agarrotada por la falta de divisas, se adentró en el desierto de la Estabilización de Ullastres. Una purga necesaria para liberar las fuerzas del mercado y de unas empresas con horizontes recortados. Javier Zubiaurre, la segunda generación, formado en la Escuela de Armería y en Tarrasa, se encontró de nuevo en la casilla de salida por el derrumbe de la demanda de su único cliente. JAZ-Zubiaurre también debía adaptarse al cambio. Se lanzó al mercado a la búsqueda de clientes y la perspectiva artesanal abrió el camino a la visión industrial. Tan fuerte fue el empujón que, a principio de los setenta, sus cepillos preparaban las superficies metálicas en Alemania, Estados Unidos y decenas de países más.
El alambre siempre pierde tensión
Pero el alambre sobre el que caminan con cuidado las empresas, inexorablemente, pierde tensión, aunque se cumpla el manual de gestión al pie de la letra. Siempre se necesita un poco más: ingenio, visión y algo de riesgo, aunque alguien grite desde abajo. A medida que se acercaban al nuevo siglo, construyeron la planta de Azitain, patentaron productos, fueron la segunda cepillería del mundo en obtener la ISO 9000, pero notaban que les faltaba algo.
Eduardo Zubiaurre, la tercera generación, vivió aquellos acontecimientos en primera persona. Se incorporó a la empresa familiar en 1989, tras su paso por la Universidad de Deusto y una consultora internacional. Junto a su padre, como director comercial (1995) y gerente (1999), sabían que tenían producto y calidad de fabricación; sin embargo, carecían de lo que se podría definir como ‘personalidad’ en el mercado. Gran parte de su producción se distribuía por el mundo en ‘blanco’, a través de grandes distribuidoras y compañías para las que trabajaban.
Y lo resolvieron de forma expeditiva: “De Javier Zubiaurre, nació JAZ”, la marca ariete con la que se lanzaron a la conquista del Oeste y de Europa. Desembarcaron en Estados Unidos, en New Beford, en 1999, con una plataforma logística en la que descargaron recursos y energía durante más de una década, hasta la consolidación de “un servicio con acento local” que ahora abandera su penetración en el mercado internacional. Un siglo más tarde, ya camina por el alambre la cuarta generación con el objetivo “primordial de perdurar en el tiempo y de continuar creciendo de forma sostenible”, pero, como subraya Eduardo Zubiaurre, “no estando cerrados a nada. Lo importante siempre es la empresa, su fortalecimiento. Si un acuerdo favorece esos objetivos, debe estudiarse”.
Fuente: Empresa XXI
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